martes, 16 de julio de 2013

Adictos a la infelicidad.

La zona de confianza -o como se quiera llamar- consiste en un recinto conocido y familiar donde deambulamos con cierta soltura. En cierta forma seríamos como los espectros: repetimos las mismas acciones una y otra vez. Pero pocas veces nos paramos a pensar qué beneficio obtenemos de ello, qué provecho sacamos de comportamientos, actos, actitudes o reacciones que sólo nos aportan sufrimiento.
En su libro "Adictos a la Infelicidad", Martha Heineman Pieper y William J. Pieper nos proponen una fácil solución a este aparente sinsentido: suponemos que los comportamientos que nos hacen infelices nos resultan provechosos porque de niños asumimos, vivimos o aprendimos que era una manera de ser que nos proporcionaba felicidad. Un ejemplo bastante gráfico es el del adulto que sufre por su perfeccionismo. ¿Por qué identifica esta neurosis con felicidad? Porque de niño -tal es el ejemplo, que no la explicación universal- aprendió que obtener cada vez mejores resultados era la única manera de recibir cariño y respeto de sus padres y no obtenerlos significaba desprecio y frialdad.
El corolario de todos estos comportamientos es que hay unos conflictos que nos llevaron a identificar sufrimiento con felicidad.




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